En el décimo año de ser orgullosamente docente, puedo decir que nuestra institución, entendida como de “educación”, vive tiempos en los que atraviesa por un camino de constantes atentados, desde dentro y desde fuera de esta, para que deje de “educar” buscando el desarrollo de las personas y termine “capacitando” la mano de obra barata que nuestros país necesita, ya sea para sus élites económicas o para las de intereses extranjeros, como el imperio gringo principalmente.

Si bien no tengo evidencia estadística, tampoco dudas de que si se hiciera un muestreo consultando a las personas de la comunidad politécnica este revelaría el desconocimiento del artículo primero de la Ley Orgánica, el cual expresa el sentido fundacional de nuestra institución.

Imagen 1: Artículo primero de la Ley Orgánica del Instituto Politécnico Nacional.

Este artículo nos expresa que, por un lado, tiene una fuerte carga nacionalista en el que busca la consolidación de una institución que persiga el beneficio de nuestra nación: “progreso social” pero, por otro lado, omite mencionar a las personas como beneficiarias últimos de ese progreso.

Nuestra institución necesita de una comunidad que critique su cercanía al capitalismo y la lejanía de ideas humanistas.

Mucho debemos señalar de la realidad de nuestra institución, así que destaco algunos que no deben entenderse como los únicos.

Nuestra institución necesita de una comunidad crítica que observe y reflexione sobre su realidad, que tenga el coraje de expresarse libremente, que le haga señalamientos, que se aleje de la condescendencia a sus problemas y a su mediocridad.

Nuestra institución atraviesa tiempos en los que abunda la conformidad con la propaganda demagógica, como el “orgullosamente politécnico” pero, al mismo tiempo, los estudiantes son incapaces de denunciar la violencia de sus profesores y autoridades, los trabajadores son incapaces de denunciar las condiciones laborales precarias y su incesante proceso precarizador, los egresados son incapaces de retribuir a su comunidad o a su sociedad la educación recibida y, cabe destacar, financiada por las personas más pobres de nuestro país a través de impuestos.

Nuestra institución tiene una comunidad “del espectáculo” (parafraseando a Guy Debord) que venera las “carreritas 11K” o “los partiditos de fútbol americano”, pero se desentiende de los paros de actividades para exigir a sus autoridades lo que institucionalmente no se ha podido exigir efectivamente.

Nuestra institución necesita de una comunidad con mayor consciencia de grupo, en vez del individualismo característico; ese que aleja a estudiantes de otros estudiantes y a trabajadores de otros trabajadores mediante la ilusión del bien privado o beneficio propio.

Opto por la crítica y no por la demagogia y la propaganda. Opto por ejercer mi derecho de expresión y de pensamiento, al que le es imposible no señalar las perversiones en nuestra institución, en vez de usar esas libertades para difundir propaganda institucional.